Es la depresión

En el libro La expulsión de lo distinto, Byung-Chul Han nos dice que el problema actual no es la represión, sino la depresión. Incluso hay días que quedaron en la memoria para no olvidar los actos de represión cometidos hace años, y que año con año se conmemoran, por ejemplo el Día del Trabajo y el 2 de octubre. También comenta que los tiempos en los que existía el otro se han ido. El otro como misterio, el otro como seducción, el otro como eros, el otro como deseo, el otro como infierno, el otro como dolor va desapareciendo. Hoy lo caractrerístico es la propagación de lo igual. Lo que enferma hoy a las personas no es la prohibición, sino el exceso de comunicación y de consumo; no es la represión ni la negación, sino la permisividad y la afirmación. La presión destructiva no viene del otro, proviene del interior, por ello la depresión es el mal de esta época.

Libro; La expulsión de lo distinto de Byung-Chul.

La comunicación ya no es comunicativa, sino meramente acumulativa. La carrera es por quién obtiene más “me gusta”, por quién tiene “más amigos” en el “feis”. Por otra parte el consumo de vídeos y películas sin ninguna limitación temporal, es deformador. Los “atracones de series” son en cierta medida el modo actual de percepción. Uno se queda mirando la pantalla como un pasmado hasta perder la conciencia. Uno acumula amigos y seguidores sin experimentar jamás el encuentro con alguien distinto. La interconexión digital total y la comunicación total no facilitan el encuentro con otros, nuestro horizonte de experiencias se vuelve cada vez más estrecho. Nos conformamos con el “esto es así y punto”.

En otro apartado Byung-Chul Han nos expresa que la sociedad digital de la transparencia elimina el aura y desmitifica el mundo. La hipercercanía y la sobre iluminación, conlleva en el mundo actual a hacer descaradamente público lo privado, ya que destruye toda lejanía aureolar y también lo erótico.

La libertad de la que hace gala el neoliberalismo es vil propaganda, es mentira. La sociedad todavía se encuentra en un estado irreconciliado. Hoy todo el mundo quiere ser distinto a los demás. Pero en esta voluntad de ser distinto caemos en lo igual. Aquí nos hallamos ante una conformidad potenciada. En el mundo de hoy desaparece la mirada que confirma y reconoce. Para una verdadera autoestima resulta imprescindible la noción de que soy importante para otros, que hay otros que me aman. Esa noción podrá ser difusa, pero es indispensable para la sensación de ser importante. La sensación de vacío es un síntoma fundamental de la depresión y del trastorno límite de la personalidad. El sujeto que tras verse obligado a aportar rendimientos se vuelve depresivo representa para sí mismo una carga muy pesada. Está cansado de sí mismo. Totalmente incapaz de liberarse de sí, se obsesiona consigo mismo, lo cual conduce paradójicamente al vaciamiento y a la merma del yo.

Byung-Chul, filósofo y ensayista surcoreano, profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.

Sobre la adicción a los selfies el autor asegura que no tiene mucho que ver con el sano amor a sí mismo: no es otra cosa que la marcha en vacío de un yo narcisista que se ha quedado solo. Y el sujeto para escapar del atormentante vacío, hoy echa mano del teléfono celular.

Hoy vivimos en un sistema neoliberal que elimina estructuras estables en el tiempo, que para incrementar la productividad fragmenta el tiempo de vida y hace que lo socialmente obligatorio se vuelva obsoleto. Esta política temporal neoliberal genera miedo e inseguridad. El neoliberalismo individualiza al hombre convirtiéndolo en un aislado patrón de sí mismo, y esa individulización acompaña a la pérdida de solidaridad y la competencia total le provoca miedo. La perversa lógica del neoliberalismo reza: el miedo incrementa la productividad.

Y también agrega que con internet nos hemos vuelto más exploradores que nunca. Pero esa exploración no genera experiencia que implique una transformación. Por lo que las personas se quedan igual. Y las redes sociales los despojan de toda intimidad protectora, porque nos entregamos a una comunicación irrestricta. La hipercomunicación digital nos deja casi aturdidos. La hipercomunicación, nos conecta, pero no nos acerca. Y en el régimen neoliberal la explotación ya no se produce como desrealización de sí mismo, sino como libertad, como autorealización y autooptimización. Ya no existe el otro como explotador que me fuerza a trabajar. Más bien, yo me exploto a mí mismo voluntariamente creyendo que me estoy realizando.

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