La sabiduría de los lobos

Berenice Fuentes, de Monclova, me preguntó en una ocasión: ¿ya leyó el libro “La Sabiduría de los Lobos?”, le contesté, “no lo conozco”, y remató, “se lo voy a regalar porque no es posible que no lo conozca”.

 Y cumplió. Es un texto de Elli H. Radinger, una alemana de 67 años que adora y admira a los lobos. Su primer acercamiento con ellos fue a través de un beso. Abandonó su profesión para dedicar su vida al estudio y cuidado de los lobos.

 Desde niño escuché a mi abuelo Enrique y a mi papá hablar de lobos, en una sierra cercana a Miguel Auza, Zacatecas. Platicaban que de esa sierra obtenían las vigas para hacer los techos de sus casas. Les tocó, allá a finales de los años cuarenta encontrarse con lobos mexicanos en esos lugares. Nunca escuché que comentaran que los lobos atacaran a los humanos, eso me llamó mucho la atención. 

Cuando se los encontraban huían de sus depredadores. Un dato sorprendente de la autora es: El lobo no se cuenta entre los 20 animales que más personas matan; en cambio, el perro ocupa el cuarto lugar, y el ser humano, el primero.

Radinger dice que la vida de los lobos salvajes se caracteriza por la armonía y la interacción amorosa y lúdica entre sus miembros, que los lobos transmiten cercanía, sentido de comunidad, puntos de referencia y refuerzan la cohesión social. En cambio, las familias de los humanos de hoy ya no participan de los rituales de épocas pasadas.

La autora nos habla del “método lobo”: al lobo joven no se le prohíbe nada, se le permite experimentar por su cuenta, y así aprende que cada acción tiene sus consecuencias. Los padres lobo enseñan a sus crías a encontrar el equilibrio entre la bondad y la restricción de la libertad, entre la convivencia social y los límites. 

También sostiene que para una familia de lobos la receta del éxito se basa en tres pilares: en primer lugar, la concentración en lo esencial, es decir, que todos colaboren en beneficio de la familia; en segundo lugar, la comunicación constante así como los rituales realizados en común; y en tercer lugar, un liderazgo fuerte.

Un aspecto que le llamó mucho la tención es cuando presenció una demostración de comportamiento de lo que ella denomina liderazgo ejemplar: Nada de denominaciones, nada de apabullar ni agredir, sino el ejercicio de una autoridad sosegada con plena asunción de responsabilidades.

La observación constante y acuciosa de lobos la llevó a concluir que los lobos salvajes necesitan toda una vida para aprender a guiar su manada. Y de ello sentencia que no es posible intentar aprender a ser buena madre o buen director de empresa en un seminario de fin de semana. 

Agrega que esencialmente un líder debe poseer fuerza mental e inteligencia social para que los miembros del grupo le tomen en serio. Que los líderes de verdad no necesitan estar dominando constantemente a nadie porque irradian una autoridad natural.

También rompe con el paradigma de los “lobos alfa”, que sostiene que dirigen su manada y deciden sobre todo. Hoy esos conceptos quedaron atrás, ya no se echa mano de ellos en la investigación de campo. Hoy se habla de “lobos guía”. En sus observaciones sobre lobos concluye que un buen líder siempre es un modelo para los demás. De sus observaciones dice que los lobos son extremadamente flexibles y se adaptan rápidamente a las nuevas condiciones.

Asegura que, producto de su trabajo de investigación en una familia de lobos, los padres deciden juntos, pero las decisiones realmente importantes —por ejemplo, cómo, cuándo y dónde cazar o dónde cavar la madriguera para el parto— las toma la hembra de mayor rango. De ello deduce: El mundo de los lobos es un mundo de mujeres.

Comenta Radinger que la etnóloga y psicoanalista Clarissa Pinkola Estés está convencida de que dentro de cada mujer se esconde una mujer lobo que actúa como guardiana de los instintos primarios femeninos y del conocimiento intuitivo de lo que está mal y lo que está bien. En su libro de superventas, “Mujeres que corren con los lobos”, escribe que una mujer sólo puede ser fuerte, sana, creativa, completa y feliz si encuentra el camino de regreso a las raíces de su naturaleza instintiva, es decir, a la “mujer lobo”, la salvaje e indómita mujer primordial que hay en ella. Para hacerlo debe renunciar al papel que le han inculcado y dejar de ser amorosa, amable, conformista, obediente, dócil y sumisa. Vivan las mujeres lobo.

@SalvadorHV
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