El romanticismo…

En esta ocasión comentaré el libro Las raíces del romanticismo de Isaiah Berlin, el maestro del pensamiento liberal, uno de los mejores historiadores de las ideas en el siglo 20. Así resumió Berlin esta visión de los románticos“Estos dos elementos –el de la voluntad libre y sin trabas y el del rechazo de la noción de que hay una naturaleza de las cosas, el intento de sabotear y de hacer volar en pedazos cualquier noción de estructura estable– son los más profundos de este extremadamente valioso e importante movimiento”.

En ésta segunda década del siglo 21 en donde impera el neoliberalismo, se confunde el concepto de liberalismo. Berlin nos dice que desde una posición tradicional, la mayoría constriñe el concepto de liberalismo a un sistema de principios universales claramente articulados (por ejemplo, hoy muy de moda sobre los derechos humanos). El autor apela a una versión del liberalismo basada en cuestiones prácticas –fundamentalmente basado en la práctica de la tolerancia y la decencia–, más que en los principios del derecho.

Debemos tener mucho cuidado de precisar los conceptos, porque en este mundo de acelere permanente en todos los aspectos de la vida, se pierde el sentido de las cosas y los conceptos, y sobre todo en la medida que todos somos herederos de múltiples tradiciones y llevamos dentro las contradicciones de corrientes de pensamientos que se entrelazan.

Los cambios ocurridos en la vida de Occidente, los más profundos y duraderos, son los impulsados por el romanticismo, ya que transformó la vida y el pensamiento del mundo occidental, pero no menos trascendental que las tres grandes revoluciones cuyos impactos son incuestionables –la Revolución Industrial de Inglaterra, la política de Francia, y la social y económica de Rusia–, con las que está conectado, a todo nivel, el movimiento del que nos trata en su libro Isaiah. El romanticismo generó un gran quiebre en la conciencia europea. Sin embargo, el siglo 20 nos enseñó que los modelos socio-económicos se inician como liberadores y terminan funcionando despóticamente. En relación con los cambios sociales, Berlin anota que “Montesquieu señaló algo que escandalizó a la gente: que cuando Moctezuma le dijo a Cortés que aunque la religión cristiana era buena para España, la religión azteca sería mejor para su pueblo, lo que Moctezuma había dicho no era absurdo”.

En el texto, Isaiah Berlin trata de explicar lo mejor posible en qué consistió fundamentalmente el movimiento romántico. Sostiene que los tres principios son, en términos generales, primero, que toda pregunta de carácter genuino puede responderse, y que si no se puede, no es en realidad una pregunta. Segundo, la proposición es que todas las respuestas han de ser compatibles entre sí ya que, si no lo son, se generará el caos. Y la tercera que solamente hay un modo de descubrir estas respuestas, y es gracias al uso correcto de la razón.

El siglo 18 fue la época del triunfo de la ciencia, los descubrimientos científicos del siglo 17 se habían logrado consolidar. Sus grandes éxitos constituyen el acontecimiento más increíble del periodo. Los grandes axiomas de la Ilustración del siglo 18 –que es lo que el romanticismo vino a destruir–  residían en que era posible descubrir respuestas válidas y objetivas a toda gran pregunta que agitará a la humanidad.

Entre los padres verdaderos del romanticismo se encuentra Kant. Su filosofía moral, está vehemente contra toda forma de dominación de un ser humano por otro. Él es, verdaderamente, el padre de la noción de la explotación como mal. Todos los hombres son iguales, todos los hombres son capaces de determinarse a sí mismos, y si uno se compadece de otro, lo está reduciendo a un animal o a una cosa, o al menos, a un objeto lastimoso. Esto era para Kant el insulto más terrible a la dignidad y a la moral humana.

La noción de que existe una pluralidad de valores, de que son incompatibles, toda esta idea de pluralidad, de lo inagotable, del carácter imperfecto de las respuestas y arreglos humanos, y de que ninguna respuesta puede reclamar perfección y verdad, todo esto es lo que les debemos a los románticos.

El romanticismo alimenta, entonces, el liberalismo, la tolerancia, la decencia y la apreciación de las imperfecciones de la vida; además de un cierto grado de auto comprensión racional consolidado.

@SalvadorHV

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