De ángeles y enfermeras

Con motivo del Día de la Enfermera, el 6 de enero pasado participé en reuniones en el Hospital Universitario de la UAdeC de Torreón y al día siguiente en el de Saltillo. En una de esas celebraciones participó la enfermera María Guadalupe Hernández Zurita. En su intervención hizo una comparación entre las enfermeras y enfermeros con los ángeles. Dijo: Un ángel no nos escoge, Dios lo asigna. Una enfermera nos toma de la mano y nos acerca a Dios. Un ángel tiene la obligación de cuidarnos. Una enfermera nos cuida por amor, y hace oración por cada uno de nosotros. Nos recordó que tuvieron que pasar 150 años para que se reconociera la labor profesional de las enfermeras y las matronas o parteras. Instituyendo este año 2020 como el Año internacional de las enfermeras y matronas. En particular éste, es un reconocimiento a la labor profesional de Florencia Nightingale, considerada como la fundadora de las bases de la enfermería.

Esta mención de Lupita, la jefa de enfermeras del Hospital Universitario, me recordó a mis familiares que en Viesca fueron parteras: mi abuela materna María Adriano, y mis tías Adela, Dolores y Carmela. Mi mamá realizó, en cierto sentido, labores relacionadas con la enfermería, en el pueblo minero en que viví de niño. Ella inyectaba y hacía algunas curaciones. Hervía las jeringas y las agujas, en una cajita de acero. Las agujas daban pavor, eran muy gruesas. Esta labor era muy reconocida y de gran ayuda. Era de ángeles. En la comunidad no había médicos. La labor de las enfermeras no solo es la de administrar medicamentos y cuidados a los enfermos, es también la de brindar confianza, apoyo físico y emocional, en cierta medida inyectar esperanza en cada paciente, por lo que son una especie de ángeles, según nos lo compartió Lupita.

Esta comparación entre enfermeras y ángeles resonó en mí el último libro de mi amigo Enrique Lomas Urista y Cesáreo Aguilera: De ángeles y epitafios. Es una pequeña novela, que empieza con la siguiente dedicatoria: “Para los ángeles que arrullan al hombre justo, ese que lucha por el salario de un gramo de justicia al día”. En la introducción de la novela, el poeta Daniel Maldonado propone que los ángeles son guardianes, guías, protectores designados por Dios, para que cada individuo no tuerza el camino, reflexione sobre las consecuencias de sus actos, se dé cuenta que no va solo por la vida y sobre todo, evite la soberbia de sentirse tan grande que no necesite a nadie. Y agrega: “ En estos apuntes, los ángeles no solo cumplen con su papel de rescatistas ante la tragedia de la vida, también se descubren inmersos en la burocracia que convierte a las personas en habitantes cotidianos del infierno; además de ser los guardianes, incluso llegan al extremo de abandonar a sus protegidos” (como el caso en que el ángel de la guarda abandonó a mi amigo el sacerdote Javier cuando tomó a una velocidad muy alta una curva en la carretera ya casi para llegar a Viesca. Se volcó). Dice que para Lomas el ángel es el móvil secreto de la gran afirmación vitalista.

Lomas en su pequeña novela nos habla de distintos ángeles. De los ángeles justicieros que hay días en que se disponen a vivir pues, sin que les importe vivir en el intento. De los ángeles que pasan más de la mitad de la vida de sus protegidos tratando de aprender el arte de la ternura. O de los ángeles que son reclutados en las aguas profundas del dolor, en las llamas hirientes, en medio de la hambruna indolente. Todos son niños, irreprochables soldados celestiales. Dice que es sabido que los ángeles lloran muy pocas veces durante la vida de sus protegidos.

También nos comenta que los ángeles, resisten cualquier misión sin inmutarse, que luchan contra la timidez, la torpeza y hasta la falta de talentos de sus protegidos. Que los protegidos de más alto grado de dificultad son los guerrilleros, los agiotistas, los escapistas y los amorosos. Pero enfatiza que los de más alta peligrosidad son los amorosos porque a diario saltan al vacío de un beso, en busca de la eternidad.

Lomas nos alerta que los ángeles son grandes embusteros que anclan en las almas de sus protegidos, semillas de voluntad y esperanza, provocando que los humanos mueran sonrientes, confiados de que irán al paraíso. Pero también hay los ángeles curiosos en extremo, que han bajado al mundo a constatar que el verdadero infierno es la burocracia.

@SalvadorHV

jshv0851@gmail.com