Galileo Galilei

Galileo (1564-1642), profesor de matemáticas e ingeniería militar en Pisa, Italia, también de geometría, mecánica y astronomía en la Universidad de Padua, donde la Santa Inquisición no era tan activa. Fue un personaje del Renacimiento, trató con príncipes y papas, era poderoso y un gran conferenciante. Se interesó en muchas disciplinas, no fue astrónomo. Contribuyó con una serie de observaciones muy importantes, de las lunas, de los planetas Júpiter y Saturno, y descubrió la mecánica.

Su primera contribución está en el prólogo de su libro publicado en 1610 titulado “Sidereus Nuntius” (El mensajero de los astros): “…a una hora desde el ocaso, observando los cuerpos siderales con el anteojo, se hizo visible Júpiter. Y puesto que me había preparado un instrumento excelente (lo que primeramente no sucedió a causa de la imperfección del instrumento anterior), descubrí tres estrellas adyacentes, pequeñas, pero sumamente luminosas, las cuales –aunque las tenía por pertenecientes al número de las fijas– me provocaron no poca admiración por el hecho de que se veían”. Luego se dedica al nacimiento de la dinámica cuyo origen está en el estudio de la bala de cañón o de los cuerpos en caída libre. Así comenzó una serie de experimentos a fin de hallar cuales eran realmente las leyes de los cuerpos.

Sobre las mediciones de Galileo ha habido gran cantidad de controversias. Como mencioné anteriormente, se había vuelto a tomar en consideración a Aristóteles, sin embargo, la oposición a este filósofo se podía encontrar ya en universidades como las de Oxford y París. Lo curioso de estas controversias es que se hacían eternamente sobre bases teológicas y filosóficas. En lo que Galileo difería era en que él apoyaba sus argumentos sobre experimentos. Hizo un aparato especial para estudiar la caída por un plano inclinado en diferentes ángulos. Su preocupación principal era cómo medir el tiempo. Lo medía a base de pesarlo. Tenía un pequeño reloj de agua perfectamente calibrado del cual salía un chorro muy fino de agua, y cuando la bola llegaba al final de la pendiente quitaba la vasija y la pesaba. Lo primero que encontró fue que la distancia recorrida en cada medición era proporcional al cuadro del tiempo, y de aquí derivó la ley del movimiento. Esto fue fundamental para la dinámica. En un momento de ocio, en la catedral de Pisa, se fijó en el balanceo de las distintas lámparas bajas que colgaban de lo alto de la cúpula. Contó las oscilaciones del péndulo por su pulso y encontró, dentro del grado de exactitud de su método, que el tiempo de oscilación era independiente de la amplitud del péndulo. Luego volvió sobre ello y lo repitió con péndulos de distinta longitud, y encontró la relación entre la longitud del péndulo y su periodo: la ley de la raíz cuadrada.

La desavenencia de Galileo con la Iglesia fue provocada por su anterior diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo, publicada en 1532 y presentada al Papa. Así que Galileo tuvo que comparecer ante la Inquisición, la cual tuvo que dar un gran rodeo para llegar al objeto del proceso. No era cuestión de que la Tierra girase alrededor del Sol o el Sol alrededor de la Tierra, era una cuestión de las consecuencias teológicas. Si el sistema del mundo no era el viejo sistema del mundo, sino el nuevo sistema, en primer lugar, ¿dónde estaba toda la región exterior? Si el cielo era el firmamento empíreo, ¿dónde viven los elegidos y demás? Si el nuevo sistema eran muchos otros mundos, ¿dónde podría haber otras muchas personas? y ¿eran estas personas cristianas?, si no, ¿por qué no lo eran?

Y ahora la fase central de la Revolución científica. La primera fase fue la destrucción de la vieja imagen geocéntrica que sustituyó a la Tierra por el Sol. En la segunda, Galileo demostró que en las lunas de Júpiter se podía obtener un modelo real del sistema solar; y se podía medir, debido a la obra de Kepler, y que las órbitas planetarias eran elipses y no círculos y excéntricas. Aunque él mismo no pudo darse cuenta de su importancia, significaba efectivamente que la impulsión de la Tierra en su órbita era constante. Newton lo llamaría más tarde inercia, el producto de la masa por la velocidad. Este concepto fue refinado gradualmente, primero por Galileo, que lo demostró en la caída de los cuerpos en las trayectorias de los disparos y en el movimiento del péndulo, y luego todavía más por Newton.