A leer y leer

La lectura continua del libro Cien años de soledad de Gabriel García Márquez fue la primera actividad del nuevo Comité Directivo Estatal del tricolor. Los lectores fueron destacados cuadros políticos priistas. Inició puntual, bajo la organización de Odila Fuentes Aguirre. Este tipo de actividades ha causado sorpresa, pues no se estilaba que un partido político impulsara el fomento a la lectura. Algunas personas se preguntan por qué se realizan dichos eventos, les resulta difícil aceptar un partido político fuera del trabajo electoral.

Sin embargo de acuerdo al artículo 41 de la Constitución a los partidos políticos como entidades de interés público les corresponde: “Contribuir a la integración de la representación nacional”, y como organizaciones de ciudadanos: “tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática”. Para lograr esto último la promoción de la lectura es un medio imprescindible, ojalá que todos contribuyéramos a ello. Leer nos ayuda a ser mejores seres humanos, mejores ciudadanos. Para que los partidos sean democráticos hay que formar a los militantes y con ello se favorece el ser mejores políticos.

Los países más desarrollados no son católicos, sino cristianos ¿Será que son más desarrollados porque leen la Biblia y así se forman también como lectores? Por eso, nosotros debemos impulsar la lectura, los mexicanos debemos aprender y aprehender a leer. Es importante leer con regularidad libros, de lo contrario como lo señala Giovani Sartori vamos a pasar de ser Homo sapiens a ser Homo videns. Los libros y la radio estimulan la imaginación, la televisión la nulifica.

Recuerdo de niño el pueblo minero en el que viví, escuchábamos en la radio los partidos de beisbol de los Diablos rojos y de los Tigres de México. Con las narraciones de esos juegos en automático volaba mi imaginación. Incluso cuando por primera vez tuve oportunidad de presenciar un juego en el Estadio Revolución en Torreón, Coahuila me decepcionaron los jugadores, pues me los imaginaba gigantes, fuertes, como dioses de la mitología griega. Oh desilusión eran igual que yo, terrenales y mortales. Estas vivencias no las puede provocar la televisión. Hace días vi un niño llorando porque le regalaron un juguete que no servía. Era un libro. El niño, desesperado, deslizaba el dedo para que le desplegara más opciones para jugar. Que desencanto se llevó, sus papás le explicaron que era un libro y en qué consistía tal objeto.

En Torreón el año pasado en el marco del Centenario de la Revolución, el PRI municipal realizó una lectura continua por día. Se trataba de libros que estuvieran relacionados con temas de la Revolución. Se logró que leyeran más de mil 200 personas y más de cuarenta libros. El 20 de noviembre hubo más de cien grupos leyendo en sus colonias. No cabe duda que basta con “hacer testera”, como decía el Piporro, para que la gente saque su lado bueno.

En cada lectura a través de las palabras, la gente reconocía su espacio y le otorgaba un sentido al tiempo. Como bien lo expresa Alberto Manguel: “Las palabras confirman nuestra existencia y nuestra relación con el mundo y con los otros. En este sentido, somos creaciones de nuestra lengua: existimos porque nos nombramos y somos nombrados, y porque damos testimonio de nuestra experiencia en palabras compartidas”. Y este proceso se desdobla permanentemente, no tiene fin.

Por eso invitar a otros a hacer una toma de los libros es tener la esperanza de que los relatos nos ayuden a tener una mejor visión para cambiar nuestra comunidad, nuestro estado y el mundo. En las lecturas se representa nuestro pasado, nuestro presente y se proyecta el futuro. Una excelente forma de armonizar con los demás es a través de las lecturas grupales, pues así como no necesitamos a otros para respirar, para caminar o para dormir, sí nos son necesarios nuestros semejantes para hablar o para debatir, sin esta comunicación no existimos, en el sentarse a hablar está la posibilidad del entendimiento.

Con la lectura recreamos nuestra memoria, en cierta forma lo escrito es lo que nuestros antepasados consideraron que era lo que debía ser legado a las futuras generaciones. Y para rematar retomo las palabras de Alberto Manguel: “Leer es una tarea de la memoria por medio de la cual las ficciones nos permiten disfrutar de experiencias ajenas y lejanas como si fueran nuestras”. Apaga la tele y abre un libro, te invito a leer y leer.

Salvador Hernández Vélez

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