Ahora en este texto referiré los planteamientos de Peter Wohlleben en su libro “La Vida Secreta de los Árboles”. Insiste en que debemos saber que los árboles sienten dolor, que tienen memoria y que los árboles progenitores viven con sus retoños. Sostiene que cuando en nuestras mentes estemos convencidos de que los árboles tienen sentimientos, incluso memoria y que se reproducen, y con todo ello nos aportan muchos beneficios, entonces ya no los talaremos indiscriminadamente.
Cuando estaba leyendo que los árboles nos aportan incluso salud, me vino a la memoria la actitud de los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad que, sin ton ni son, para no “molestar” a sus líneas de conducción, y sin avisar a los dueños, podan horriblemente los árboles que están afuera de las casas, en las banquetas. Incluso los árboles quedan totalmente deformes. Ellos sólo buscan que las ramas no maltraten sus cables. No saben estos trabajadores que sin hojas las células no adquieren el alimento que, en forma de azúcares, se producen con la luz al llevar a cabo la fotosíntesis, tampoco pueden respirar y por tanto se afecta su crecimiento.
Por otra parte, Wohlleben se pregunta: ¿por qué los árboles son seres sociales?, ¿por qué comparten sus alimentos con ejemplares de su misma especie y miman a sus competidores? Las razones son las mismas que en la sociedad humana: porque juntos funcionan mejor. Por eso hay que entender que cada árbol es importante para la comunidad, así que vale la pena mantenerlo tanto tiempo como sea posible. He sabido de personas que son multadas por tumbar o mutilar un árbol, ¿pero aplicarán multas a los funcionarios y a los empleados de la CFE por la forma en que tratan a los árboles?
Otro cuestionamiento que se hace Wohlleben es: ¿no sería interesante saber si los árboles también son capaces de expresarse?, y ¿cómo? Ya que son silenciosos, no se les puede oír. Sin embargo, éstos se hacen notar mediante sustancias odoríferas. ¿Sustancias odoríferas como medio de expresión? Incluso a nosotros, los humanos, no nos resulta ajeno. Por eso utilizamos los desodorantes y los perfumes, que expresan pulcritud y limpieza. Pero sin usarlos, nuestro propio olor habla al consciente y al subconsciente de las otras personas. Así pues, disponemos de un lenguaje secreto de olores, algo de lo que los árboles también pueden presumir.
Según las reflexiones del guardabosques Wohlleben, los árboles son capaces de detectar la presencia de alguien que merodea a su alrededor. Para ello, el árbol envía señales eléctricas, de la misma forma que ocurre en el cuerpo humano cuando este es agredido. También sostiene que los árboles salivan, lo que es un valor añadido para otra capacidad que poseen los árboles: lógicamente también deben tener un sentido del gusto. Los árboles pues, son capaces de defenderse.
Está ya muy estudiado que las raíces de un árbol se extienden ampliamente, más del doble de la anchura de su copa. Los finos filamentos atraviesan el suelo y lo entretejen con una densidad casi impensable. En esta simbiosis los árboles intercambian información también con los arbustos y la hierba, y en realidad todas las plantas. Así pues, los árboles se comunican olfativa, visual y eléctricamente (por medio de una especie de células nerviosas que se encuentran en la punta de las raíces).
En el caso de la reproducción, la floración, los árboles del bosque la prefieren hacer todos al mismo tiempo, ya que de esta manera pueden mezclarse los genes de muchos individuos. Pero hay especies, como las hayas, que eligen el momento adecuado. Las flores masculinas y las femeninas tienen un desfase de algunos días, de manera que estas últimas son fecundadas por el polen de otros ejemplares de la misma especie.
Los árboles viven en un equilibrio interno; administran cuidadosamente sus fuerzas, ya que tienen que economizar para cubrir todas sus necesidades. Cuando las semillas caen del árbol, cada especie sigue una estrategia diferente sobre cuándo debe producirse la geminación y qué probabilidades tienen los retoños de alcanzar algún día un buen tamaño y engendrar a su vez nuevos árboles. Mucho depende de la luz. Y a propósito del sueño: ¿alguna vez te has preguntado si los árboles realmente necesitan dormir? De este tema y otro más Wohlleben trata en sus otros libros.