Cactus remojado

Dice mi amiga Velia Arenas que en nuestra tierra, la Comarca Lagunera, “cuando llueve nos sentimos cactus remojados”. Y cuando llueve, como el miércoles de la semana pasada en que cayeron 45 milímetros de lluvia ¿cómo nos sentimos? ¿Cómo cactus ahogados? El promedio de lluvia al año con base en los registros del observatorio meteorológico de la Comisión Nacional del Agua (CNA) desde 1971, es de 350 milímetros. Esto es, tan solo el miércoles cinco de noviembre de 2014 cayó casi el 13 por ciento del agua de lluvia que corresponde a un año. Por eso se encharcó Torreón por todos los rumbos. Muchas partes de la ciudad se inundaron por varias horas.

A diferencia de nuestra capital, en que la atraviesan varios arroyos que inician desde la sierra de Zapaliname, la ciudad de Torreón no tiene ningún arroyo que baje del cerro de las Noas. Dicha sierra está situada en una zona de baja precipitación, en el corazón del semidesierto lagunero. Incluso colonias residenciales como el Campestre La Rosita se inunda. En Saltillo el terreno tiene una pendiente muy pronunciada, de sur a norte. Por ello, es común que los saltillenses contesten, cuando uno pregunta ¿por dónde vives? o ¿hacia dónde vas?: “hacía arriba” o “hacía abajo”. En cambio Torreón está enclavado en un terreno muy plano. Ello provoca que muchas áreas de la ciudad se inunden. Las zonas semiáridas como La Laguna tienen lluvias inferiores a los 400 milímetros, la insolación es de las más altas del país, la falta de nubosidad explica las altas temperaturas, más de 40 grados centígrados a la sombra. Es común que haya tolvaneras y que en plena luz del día se encienden las farolas; las lluvias del verano apenas permiten una vegetación de arbustos y hierbas, como dice un amigo, “pura vegetación bonsái”. Este semidesierto lagunero que es parte del desierto chihuahuense –es de los desiertos resguardados–, está situado entre una cadena de montañas. Esto también explica la escasez de lluvias y cuando llueve son chaparrones (de algunos minutos a un par de horas) y de poca frecuencia al año.

De 1971 hasta el momento, los años lluviosos en La Laguna han sido de acuerdo con la CNA los siguientes: En 1986 fueron 540 milímetros de precipitación, en 1987 llegó a 398.5 milímetros y en 1990 la precipitación alcanzó 396.2 milímetros. Otros años ni siquiera logran el promedio anual. Esto explica porque cuando llueve nos sentimos “cactus remojado”. La falta de agua superficial en los semidesiertos se compensa con la riqueza de aguas subterráneas. Las zonas semidesérticas que gozan de agua en su subsuelo, como el caso de región Laguna, son producto de fases más húmedas del pasado y de sus ríos Nazas y Aguanaval, que desembocan en ella y no contaban con las presas que en el último siglo se construyeron sobre sus cauces. Estas aguas subterráneas se han agotado poco a poco porque se ha bombeado sin consciencia. El agua extraída es mayor que la infiltrada.

En La laguna del total del agua –tanto superficial como la del subsuelo–, el 90 por ciento es de uso agrícola y el otro 10 por ciento es de uso industrial, urbano y doméstico. Las lluvias pasadas aunque han sido considerables no contribuyen en la recarga de los acuíferos. Tampoco esta lluvia aumenta la cantidad de agua acumulada en la presas. La lluvia que alimenta las presas es la que cae en la cuenca alta de los ríos. Que para el caso del río Nazas se ubica en las inmediaciones donde confluyen los estados de Sinaloa, Durango y Chihuahua. La del Aguanaval en la confluencia de Nayarit, Zacatecas y Durango. Las cuencas de ambos ríos no están en Coahuila. Nosotros nos beneficiamos de ellas, ¿estaremos los laguneros conscientes de ello?

Sin duda el mundo vegetal y animal de las áreas secas tiene características muy propias llamadas especies xerófilas –literalmente, que prefieren lo seco–, producto de la adaptación a la sequedad del aire, a las radiaciones solares fuertes, a la escasez del agua, a los efectos de las lluvias espontáneas y a las sequías más o menos largas, a los contrastes térmicos y a los vientos frecuentes y violentos. Sin embargo, los cactus a diferencia de nosotros los humanos, aseguran su reserva de agua debido a las espinas que reducen la evaporación de la superficie del vegetal. Así que nos falta mucho para que seamos cactus remojados.

Salvador Hernández Vélez
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