A ajustarse el cinturón

En días pasados platiqué con un matrimonio joven, ellos se casaron en España. Ella mexicana, él español. Por la crisis en Europa y particularmente la española decidieron buscar una oportunidad en nuestro país. Después de varios meses de llenar y entregar solicitudes, de hacer esperas en diferentes posibles lugares de empleo la realidad es que no han logrado sus expectativas. La incertidumbre y la desesperanza les están ganando. Los dos ostentan excelentes doctorados conseguidos con esfuerzo y constancia en Europa. Ni con una buena formación han logrado un empleo digno. A partir de ello me pregunté ¿en qué situación económica se encuentra España y en general Europa?

España según el informe anual de Intermón Oxfam, se ha transformado en los últimos años en el segundo país europeo con más desigualdad ya que “el 1 por ciento de la población concentra más riqueza que el 70 por ciento más pobre”. Para Cáritas, sólo el 35 por ciento de la gente vive en situación de normalidad, sin estar afectada por carestías esenciales. Mientras que un 40 por ciento se va hundiendo en la precariedad, el 24 por ciento sufre exclusión moderada y el 10,9 por ciento está en severa marginalidad. Según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, casi 12 millones de ciudadanos (el 27 por ciento) se encuentra en situación de exclusión (1,3 millones más que en 2009). Los expertos en estudios de desigualdad y pobreza alertan de que estamos ante una tendencia hacia la miseria progresiva y los derechos cada día más a la baja.

Europa ha abrazado el neoliberalismo, por tanto los recortes y ajustes a ultranza, y la situación económica no tiene para cuando revertirse. El “milagro” alemán –sustentado inicialmente en la condonación de la deuda que contrajo Alemania tras las dos guerras mundiales y sostenido en la actualidad por una ultra austeridad criminal que les reporta abundantes beneficios a unos cuantos– ha logrado producir asimismo enormes desigualdades sociales. Los datos hablan por sí solos. Trece millones de alemanes viven en riesgo de indigencia. En la cuarta economía mundial y segunda exportadora del planeta, uno de cada seis ciudadanos está al borde de la pobreza. El trabajo transitorio se ha disparado. Los “minijobs”, que obligan a trabajar por 450 euros, emplean a casi ocho millones de personas. Millones de sus ciudadanos padecen situaciones de precariedad laboral, recortes de pensiones y prestaciones sociales. ¿Hacia dónde va Europa que era el ejemplo a seguir por los países latinoamericanos? Veamos otros datos.

Según el informe “Pobreza y desigualdades en aumento”, presentado hace unos días por Cáritas Europa, uno de cada cuatro europeos (123 millones de personas) son pobres. La exclusión social ha crecido “de manera alarmante” y predice más racismo, xenofobia, fundamentalismos, reducción demográfica, violencia, enfermedades mentales. Para expertos como Stiglitz, Europa camina hacia los mismos niveles de desigualdad que los Estados Unidos, avanzando en el camino de hacer “más ricos a los ricos”. En el resto del Viejo Continente las diferencias sociales y la miseria se incrementan con enormes riesgos a medida que aumentan los recortes sociales en sanidad, educación, servicios sociales, pensiones, seguridad laboral.

Actualmente, en Estados Unidos de América –el país capitalista por excelencia– 50 millones de personas viven bajo el umbral de la pobreza y casi dos millones de hogares viven en la miseria, con menos de dos dólares al día por persona. Hoy día, en el país más poderoso del mundo, el 19,9 por ciento de los niños (unos 15 millones) es pobre. Pero la situación es más grave si consideramos los datos que nos indican que en el caso de los niños negros el porcentaje alcanza el 38 por ciento y en el de los hispanos el 30 por ciento. ¿Y este panorama para cuándo se compondrá?

Para el experto en pobreza y desigualdad Santiago Niño-Becerra “la economía va a funcionar bien, pero a mucha gente le va a ir bastante mal”. O dicho de otra manera en palabras de él mismo “lo que ahora llamamos austeridad será nuestra forma de vida”. Esto es, la situación no tiene remedio, pues el panorama que plantea no es nada alentador. Para este investigador, la ciudadanía mundial está destinada a vivir con menos ingreso, una mayor fragilidad laboral y menos prestaciones sociales, tal y como ha venido sucediendo en los últimos 30 años en que se instaló la era de la globalización.

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