¿Le atinarán las encuestas?

Las elecciones de julio pasado mostraron varias vicisitudes. A cuatro meses de la contienda ya olvidamos: 1) Las encuestas se equivocaron. 2) Los ciudadanos “castigaron” al partido en el Gobierno, el PAN perdió más votos respecto a las elecciones de 2006 y quedó en tercer lugar. 3) El PRI ganó la Presidencia, pero no alcanzó la mayoría. Desde 1997 ningún partido tiene mayoría legislativa. 4) El PRD y AMLO por segunda vez consecutiva se quedan en segundo lugar. 5) El movimiento #YoSoy132, puso en entredicho el formato de las elecciones, la injerencia de las televisoras y sacudió a la ciudadanía, y 6) En México vuelve a darse la alternancia porque así lo decidieron los electores. En el 2000 fue del PRI al PAN; en el 2012 del albiazul al tricolor; Fox sacó al PRI de Los Pinos, y Felipe Calderón lo regresó.

En Coahuila, a los dirigentes de los partidos políticos estatales del PAN y PRD, se les olvidó, en muy poco tiempo la confrontación por la Presidencia de la República. No recuerdan que sus coaliciones realizadas para los procesos locales anteriores al 1 de julio pasado, en diferentes estados, duraron sólo la campaña, luego se deshicieron al momento de ser Gobierno. Ahora se andan aliando para la contienda del próximo año por las Alcaldías. Tampoco recuerdan que las bases de sus partidos tienen diferencias insoslayables. Tal parece que para los albicelestes y para los del sol azteca, es mejor buscar alianzas en lugar de agarrar al toro por los cuernos. Cuando no hay pertenencias sólidas, la ponderación entre responsabilidad y convicción se les hace bolas. Pero, bueno, todo sea por la conquista de poder por el poder. En 1999 se aliaron todos los partidos encabezados por el PAN, porque el PRI venía de haber perdido los más importantes municipios y la mitad del Congreso local en 1996, y les falló el cálculo.

La alternancia en el 2000, cambiar al partido que estaba en el poder, fue posible porque la ciudadanía votó para cambiar al viejo régimen. La alternancia en el 2012 fue para cambiar al partido que no cumplió lo que prometió; lo que es innegable es que ambas alternancias son democráticas. No entendemos que México, más que necesitar alternancias y alianzas de chile y de manteca, requiere una nueva transición, protagonizada desde la propia ciudadanía. Como dice Guillermo Hurtado en su libro “México Sin Sentido”: “La transición que comenzó el 19 de diciembre de 1977 con la aprobación de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, culminó el 1 de diciembre de 2000 con la investidura de Vicente Fox”.

Y mientras empieza el proceso de esta transición y se concreta la nueva alternancia, recordemos que las encuestas se equivocaron el 1 de julio pasado y las empresas responsables no han dado una explicación. No dan la cara y ya vienen las siguientes elecciones. ¿Se atreverán a encuestar en estas nuevas elecciones? ¿Con encuestas fallidas, qué otras alternativas tendrán los partidos políticos para saber su nivel de aceptación?

Según diferentes casas encuestadoras, Enrique Peña Nieto llevaba ventaja de 15 puntos sobre Andrés Manuel López Obrador, y el día de la elección la diferencia quedó entre 6 y 7 puntos. No es poca cosa el error. Y sin aclarar las fallas de los estudios de opinión, aquí en Coahuila ya empezaron a aparecer encuestas que dan por ganador al PRI en los municipios más importantes. Hasta el 7 de julio de 2013 sabremos si le atinan.

La elección del 1 de julio pasado nos enseñó que los electores se guardaron su preferencia de manera subterránea, mantuvieron su decisión en estado latente hasta el momento de enfrentarse con la boleta electoral y ahí, secretamente, votaron por un candidato diferente al que mencionaron en las encuestas. Debemos aceptar que los ciudadanos no dejan en ningún momento de ejercer una sorda presión de bajo perfil, para guardar viva la esperanza de un verdadero cambio. Las encuestas y los focus groups nunca van a captar el “instinto de conservación del ciudadano”, este lo mantienen invisible, para expresarlo frente a la urna. Para captar estas débiles reacciones individuales, no es suficiente una encuesta, se requiere ponerse en los zapatos de los ciudadanos. Por eso, las empresas encuestadoras en circunstancias electorales, como las de la pasada contienda, difícilmente darán un fallo similar al real.

 

Salvador Hernández Vélez

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