La inestabilidad del voto

Las elecciones para presidentes municipales del 7 de julio pasado en Coahuila, dejan constancia que los sectores populares cada vez están más inconformes con el voto. La costumbre del voto está cambiando. Los resultados electorales evidencian que el voto, elección tras elección, es más inestable e irracional.

En Torreón por ejemplo, los electores panistas cuando el PAN era oposición salían a votar por los candidatos de su partido aunque no simpatizaran con ellos. Ahora que han sido gobierno a nivel federal y lo son en lo estatal y municipal, y que postulan candidatos formados en el poder, los simpatizantes albiazules, como en la anterior elección, optan por no salir a votar. De esta forma manifiestan su inconformidad.

La “irracionalidad” de no salir a votar tal vez fue provocada por el sentimiento, entre un grupo de ciudadanos simpatizantes del exembajador Jorge Zermeño, porque se le negó por segunda vez en un año la oportunidad de ser candidato (no fue candidato a senador en 2012 ni a presidente municipal en 2013, el grupo anayista no se lo permitió). Y también por el sentimiento que muchos de ellos expresaban que Zermeño era quien podría ganar al candidato del tricolor. Por ello, si no iba a estar en las boletas ¿para qué ir a votar? ¡Ni al caso! Como dicen los jóvenes. Ahora les queda el sentimiento de que podían haber ganado con el primer panista que derrotó al PRI en la contienda por la presidencia municipal de Torreón. De esta manera se van anidando los sentimientos y las emociones que los electores se guardan para expresarlas el día de la elección.

El desbordamiento de las pasiones es una constante en la historia, hay momentos extremos de energía apasionada, seguidos de fases de desencanto y luego de etapas de apatía y de amargura. Y esto, queramos o no, se expresa en las contiendas electorales. Los ciudadanos sin duda antes de la alternancia y de conocer cómo gobiernan los partidos, le apostaban a un cambio en la forma de gestionar el ejercicio de gobierno.

En la actualidad los votantes coahuilenses ya conocen las formas de gobernar del Revolucionario Institucional, de Acción Nacional, del Partido de la Revolución Democrática, de la Unidad Democrática de Coahuila y del Partido Verde Ecologista de México. En esa medida ya tienen sus criterios, sus apegos y sus desencantos, en consecuencia ahora tal vez buscan el cambio en los candidatos, no en los partidos, puede que así haya sucedido en Saltillo en la elección de alcalde el 7 de julio. Y el voto se vuelve más inestable e incomprensible.

En Torreón las cifras de votos obtenidas por los contendientes expresan que los electores se alinean de maneras bien diferentes a las elecciones anteriores. En este municipio de alternancia desde que el órgano electoral está ciudadanizado, la alcaldía la ha ganado tres veces el PAN y tres veces el PRI. En cada coyuntura electoral las fuerzas políticas de los partidos contendientes se han alineado en cierta medida en función de las emociones, de los sentimientos y de las pasiones que desatan los candidatos de los partidos políticos.

Estas manifestaciones nos llevan a las preguntas planteadas por Ikram Antaki en su libro “El manual del ciudadano contemporáneo” (Editorial Ariel, México, D.F., pág. 133 en el apartado de Las pasiones políticas): “¿Cómo comprender el camino de una hostilidad que parecía borrada y que recupera forma, como si hubiera sobrevivido en la sombra? ¿Cómo explicar los cambios de una población que se indigna contra lo que parecía tolerar poco antes? ¿Cómo entender por qué unas fidelidades que parecían inmutables y garantizaban las relaciones sociales han perdido, precipitadamente, su eficacia?”.

Este desbordamiento de las pasiones que acompañan a las contiendas electorales ya eran preocupación desde el propio Confucio, quien vivió en el siglo VI a.

C., para este sabio chino los deseos, las pasiones, la avaricia, el orgullo, la maldad, son equivalentes al desorden y para mantener la paz y el orden planteaba la ritualización, esto es formas más sabias y menos violentas para apaciguar la vida cotidiana y política. Ello en la actualidad corresponde a un llamado para que los partidos políticos y los actores políticos se den reglas que apacigüen el desbordamiento de las pasiones.

Salvador Hernández Vélez

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