Las ciencias y las filosofías

En el marco del vigésimo sexto aniversario de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad Autónoma de Coahuila, su director Julio Saucedo, me invitó a una charla con el tema de las relaciones de la Filosofía con las Ciencias. Al tratar en esta exposición algunos aspectos de las relaciones que la Filosofía mantiene, o debiera mantener, con las ciencias, hay que resaltar lo referente a cómo la Filosofía puede serle útil a las ciencias y, en consecuencia, a los científicos.

Por otra parte, la cuestión de la historia de las ciencias, no debe perder de vista, como dice Raymond Pierre en su libro “La historia y las ciencias” (Ed. Anagrama, Barcelona, 1976, pág. 41) que: “…no existe historia sin la articulación efectiva de un sector de desarrollo con respecto a los demás sectores sociales”. Por ello, al abordar estos temas hay que ir más allá de la descripción de las condiciones económicas, políticas, ideológicas y sociales; es decir, de las condiciones históricas concretas en las que fueron producidas y los problemas surgidos en ese proceso de producción del conocimiento científico.

La producción del conocimiento científico, del cómo se produce la ciencia, del cómo se constituye, no puede ser explicado olvidando que la política se hace en todos los lugares de una formación social, adoptando formas indirectas. El desarrollo de la Ciencia también está ligado a la política de la coyuntura.

Sin embargo, hay que acotar que una charla de esta naturaleza tiene un carácter introductorio con respecto a la problemática tratada, por ello debe soportarse en datos empíricos. Los análisis empíricos muestran en cierta medida que la relación de la filosofía con las ciencias en un determinado contexto histórico permiten apuntar una conclusión: Una serie de situaciones en el desarrollo histórico muestran que el origen y constitución de una nueva ciencia siempre ha restaurado de una u otra forma, la filosofía existente. Un ejemplo de ello es la constitución de las Matemáticas griegas, primer continente de la ciencia, las cuales, de forma considerable, suscitaron el cambio que llevó a la filosofía de Platón. Otro es el de la Física, segundo continente de la ciencia, el cual dio origen a los cambios que condujeron a la filosofía de Galileo a Descartes, y luego a la de Kent hasta Newton.

La Ciencia y la Filosofía, por qué no decirlo, no han sido creación de una época histórica o de un individuo, han sido el resultado de una serie de épocas y del trabajo de muchas generaciones. En el caso de la matemática, sus primeras ideas y proposiciones se remontan a la más temprana antigüedad (4 mil años a.C.) y han sido ordenadas, estructuradas, en un sistema coherente, hace más de 2 mil años.

Por otra parte, creemos conveniente abrir el debate contra la idea que hace aparecer la ciencia como un cuerpo de conocimientos puros, alejados de la vida cotidiana; esto es, de las relaciones políticas, económicas, ideológicas y sociales.

Así pues, de todos estos análisis se desprende que las ciencias no son nunca tomadas por los filósofos por lo que realmente son, sino que su existencia, sus límites, sus dificultades de crecimiento, son interpretados en las categorías idealistas de las filosofías que les son más cercanas, y son utilizadas desde el exterior -burdamente o con agudeza, pero siempre utilizadas- para servir de argumento o de garantía a aquellos “valores” extracientíficos a los que las filosofías en cuestión sirven objetivamente.

Para encuadrar lo antes expuesto, finalmente cabe aquí la pregunta: ¿Cómo se desarrolla la Ciencia? Para responder remitámonos a Louis Althusser. En la historia de las ciencias vemos desarrollarse constantemente un doble proceso: el proceso de eliminación pura y simple de errores (que desaparecen totalmente), y el proceso de reinserción de los conocimientos y elementos teóricos anteriores en el contexto de los nuevos conocimientos adquiridos y de las nuevas teorías constituidas

¿Y cómo procede la Filosofía? La historia de la Filosofía “procede” de muy distinta manera: mediante una lucha por el dominio de las nuevas modalidades filosóficas sobre las anteriores, que a su vez antes eran dominantes. En Filosofía, el adversario nunca es totalmente vencido; nunca es, por consiguiente, totalmente eliminado, totalmente borrado de la existencia histórica: es simplemente dominado.

Salvador Hernández Vélez

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