¡Vivo leyendo!

Pasó ya más de una semana que estuve en la inauguración de la Feria Internacional del libro en Arteaga (fila 2013). Es la segunda ocasión que se desarrolla en las instalaciones de ciudad universitaria de Arteaga de la Universidad Autónoma de Coahuila. En la lona donde se anuncia la fila 2013 se aprecia la siguiente leyenda: “¡Vivo leyendo! Lloviendo café”.

A paso de los días me parece que es una gran aspiración desear que el pueblo mexicano ¡viva leyendo!, tal vez así echemos abajo la última etapa de la economía del crimen de la que habla J. de Maillard: “Ante nuestros ojos, la economía del crimen está cumpliendo la última etapa del proceso: rentabilizar al fin la delincuencia de los pobres y marginados, que antaño constituía la zona oscura de las sociedades modernas, y que éstas mantenían aislada. La delincuencia de los pobres, que se consideraba improductiva, en la actualidad está conectada con redes que producen beneficios… La economía criminal se ha convertido en subproducto de la economía global, que ha integrado en sus circuitos la marginación social”.

Responder la pregunta ¿por qué vivir leyendo?, quizá valga la pena. La respuesta tal vez es la expuesta en el pequeño libro “Spinoza De la individualidad a la transindividualidad” de Etienne Balibar, él nos dice (página 38): “Los individuos están relacionados con (o “mezclados” con) algún otro porque intercambian “partes” (que pueden ser representadas como signos, incluidas las palabras, además de otros modos materiales), i.e. porque están continuamente “analizados” y “sintetizados”, des-compuestos en sus partes constituyentes y re-compuestos como unidades relativamente autónomas”. Leer nos proporcionará muchas más “partes” que intercambiar, y nos permitirá vivir más plenamente en convivencia con nuestros vecinos, pues como individuos estamos destinados a vivir juntos.

Alberto Manguel en la segunda página del prólogo de su libro “La ciudad de las palabras” recuerda a Ronald Wright quien en un ciclo de conferencias se preguntó “¿Por qué estamos juntos?” y respondió “¿Qué alternativa tenemos?” y al final de ese prólogo nos plantea preguntas, como dice él, que deben seguir siendo preguntas: “ ¿Cómo nos ayudan los relatos a percibirnos a nosotros mismos y a los otros? ¿Pueden esos relatos proporcionar a toda sociedad una identidad, sea verdadera o falsa? Y para terminar, ¿es posible que los relatos nos cambien y cambien el mundo en que vivimos? Mientras encontramos respuestas a estas preguntas no queda otra, sigamos leyendo.

En la página 24 de su libro Manguel nos dice: “El lenguaje, como alguna vez supimos, no sólo nombra, sino que también dá el ser a la realidad: es un acto de materialización logrado por medio de las palabras, por medio de esas crónicas de los acontecimientos percibidos e imaginados que llamamos ficciones … “Las ficciones son nuestra memoria, las bibliotecas son los lugares en que se almacena esa memoria, y leer es el oficio por medio del cual podemos recrearla” y en la siguiente página continúa: “Soñar historias, escribir historias, leer historias, son artes complementarias que otorgan palabras a nuestro sentido de la realidad y pueden servir para aprender a través de los otros, para transmitir la memoria, para educar o como advertencia”.

La memoria me remite al siguiente comentario también de Manguel: “Escuchar y leer enseña (o puede enseñar) a pensar, y entonces el hacedor se convierte en un peligro para el estado, que quiere, por encima de todo, un sosegado equilibrio. “Piensen menos y trabajen más”, así resumió esta vocación la ministra de finanzas de Nicolás Sarkozy, Christine Lagarde, en diciembre de 2007, lo cual equivale a decir: “Sean un pueblo de bueyes”. Bienvenidas sean las ferias de libros y continuemos nuestra vida leyendo porque la literatura no es un dogma, plantea cosas, pero no son concluyentes, son discutibles.

Y para cerrar, este artículo me remito a Umberto Eco que nos dice en el libro Nadie acabará con los libros que escribe junto con Jean-Claude Carrière: “El libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor. El libro ha superado la prueba del tiempo … Quizá evolucionen sus componentes, quizá sus páginas dejen de ser de papel, pero seguirá siendo lo que es”. Por ello ¡Vivo leyendo! Aunque me lloren los ojos.

Salvador Hernández Vélez

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