Germán Froto Madariaga

Profesor y funcionario universitario en la Universidad Autónoma de Coahuila. Columnista durante muchos años en el Siglo de Torreón. Germán Froto Madariaga ha sido uno de los pocos políticos que ocuparon cargos en los tres poderes: en el poder judicial fue magistrado, en varias ocasiones; en el legislativo ocupó el cargo de diputado local y de líder del congreso local; y en el ejecutivo, fue director general jurídico en la Secretaría de Gobierno de Coahuila.

Germán fue hombre prolífico, un gran profesional y escritor. Como funcionario decía, si en el futuro no quieres ser llamado a cuentas, ejecuta las acciones de la gestión pública con la seguridad de que algún día se conocerán. Entonces hazlas bien para no tener problemas en el futuro. Construimos nuestra amistad a partir de 1988, cuando fui Coordinador de la Unidad Torreón en la Universidad Autónoma de Coahuila. Él ocupaba el cargo de Secretario del Ayuntamiento de Torreón. Dicha administración fue encabezaba por el licenciado Heriberto Ramos Salas.

El martes pasado el Tribunal Superior de Justicia de Coahuila de Zaragoza, convocó a una reunión donde le hicieron un reconocimiento a Germán Froto Madariaga, quien falleció siendo integrante de ese poder. Nació en Torreón, Coahuila, sin embargo, siempre guardó un gran cariño por Viesca, Coahuila, hoy Pueblo Mágico, donde nació su mamá. La actual Casa de la Cultura de Viesca fue la casa materna. Es una vivienda muy amplia, con habitaciones de adobe, de techos altos, con patio central y traspatio. Él recordaba que de niño lo llevaban seguido y quizá tenía cierta nostalgia. Lo visité mientras estuvo hospitalizado en el Sanatorio Español en Torreón. Me comentó que saliendo de la clínica quería que fuéramos a Viesca. Nunca perdió la fe que iba a sanar. Quedamos en que me avisaba cuando estuviera en posibilidades de trasladarse y que lo recibiría en la casa de mi familia. Quería comer los guisos viesquenses. Tal vez, unas gordas de horno, frijoles con queso y cebolla, salsa molcajeteda, tortillas de harina de trigo grandotas recién hechas, carne con papas y chile, chicharrón con chile, gorditas hechas en leña de mezquite. Y de postre, saborear las leches quemadas y los mamones, panes embebidos de una anilina roja con azúcar –los mamones en cierto sentido son los abuelitos de los gansitos–, con este menjurje, estos panes se conservan por mucho más tiempo que los otros. Tenía un cierto desencanto por la comida moderna, sin que me lo hubiera dicho, creo que Germán quería rememorar sus estancias en ese sitio de nostalgia para él.

Germán disfrutaba enormemente fumar. En una ocasión, con motivo de un aniversario luctuoso del poeta Jaime Sabines, lo invité a participar en un foro-homenaje. Fue en el Auditorio del PRI Municipal en Torreón. Condicionó su participación a que se le permitiera fumar a la hora de su charla. Me argumentó que hablar del gran poeta y fumador Sabines, era difícil no homenajearlo con unos cigarros. Les preguntamos a las personas presentes si habría algún inconveniente que el expositor fumara, no lo hubo. Creo que el humo del cigarro ambientó la excelente intervención de Germán Froto. Era un gran conversador. Sus ex alumnas de la Escuela de Jurisprudencia de la UAdeC, me compartieron que fumaba en el salón de clases, nadie lo cuestionaba. Era excelente maestro y jurisconsulto.

En 1994, coincidimos como candidatos a diputados; él a local, y en mi caso, a federal. Esta fue la última elección en que se empataron esas elecciones en el estado, incluso esa legislatura solo tuvo una duración de dos años y tres meses para empatar con las elecciones de alcaldes y gobernador. Hicimos juntos una parte de nuestras campañas, sobre todo en la parte rural. Germán era muy urbano, le propuse que hiciéramos unidos la campaña de promoción en el campo. Fue una grata experiencia y una muy buena oportunidad para consolidar nuestra amistad.
El magistrado escribía semana a semana, los sábados y sus artículos los terminaba con la siguiente frase: “Que Dios te guarde en la palma de su mano”.

Germán fue un gran amigo, muy solidario y siempre en actitud de tender la mano a quien lo necesitara. Y como dijo su esposa Claudia: “…escribió muchos artículos, y aunque Dios no le dio hijos, el diablo le dio muchos sobrinos y dejó muchos tipos de árboles.” Por ello, siempre perdurará en nuestra memoria.

Salvador Hernández Vélez
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