El profe Cabrera

Conocí al profesor Fernando Cabrera Rodríguez en los noventa, cuando trabajé en la Confederación Nacional Campesina (CNC). Él militaba en esa organización. Era un apasionado defensor de las causas de los campesinos que se dedican al tallado del ixtle (fibra de la lechuguilla) y a la extracción de la cera de candelilla.
Muchas veces platiqué con él sobre la lechuguilla (Agave lechuguilla) de la cual se utilizan las fibras de las pencas para tejer sogas, bolsas, brochas, cepillos y hace años, todavía elaboraban costales. Comentábamos también sobre el precio del kilo de ixtle, que nunca ha sido bien pagado, a los campesinos que viven en zonas marginadas y que su ingreso diario apenas les alcanza para sobrevivir.

Otro de nuestros temas recurrentes era la candelilla (Euphorbia antisyphilitica). Es un arbusto, de tallos, sin hojas, de un verde seco. Como la lechuguilla crece en zonas de clima semi-desértico, ambas las puedes apreciar en las laderas de los cerros. De la candelilla obtienen la cera, que también la venden a precios que apenas les alcanza para irla pasando. A estos campesinos los organizaba el profe Cabrera, cenecista toda su vida.

Tenía un conocimiento muy profundo de las plantas del semi-desierto. En una ocasión, lo acompañé al ejido Héroes de la Revolución que está en los límites de los municipios de Parras y Viesca. Cuando llegamos, los campesinos estaban “quemando candelilla” para extraer la cera. La hierven en pailas, en agua mezclada con ácido sulfúrico. El cerote sube a la superficie en forma de una capa gruesa. Extrajeron el cerote de la paila y lo vaciaron en otro recipiente. La cera estaba hirviendo. Estábamos a un lado del recipiente y el profe Cabrera, se arremangó su camisa, introdujo las manos en un depósito con agua, y de inmediato las metió en la vasija que contenía la cera caliente, las sacó rapidísimo y otro campesino le quitó los “guantes” de cera que exhibió, acompañado de una gran sonrisa, complaciente y retadora. Las manos de Cabrera estaban bien curtidas por el trabajo, el viento y el sol, soportaban temperaturas más altas que los demás que lo acompañábamos. ¡Nos retó a hacerlo! Nadie nos animamos.
Un día plantó una pequeña palma una yuca filifera afuera de mi casa en Saltillo. Ahora casi llega a los dos y medio metros de altura, se yergue orgullosa desafiando las inclemencias del tiempo. Antes de plantarla, preparó la tierra que trajo del monte y la mezcló con el bagazo de la lechuguilla. Me explicó que de esta manera la tierra no hospedaría bichos que dañaran las plantas. Hoy me representa un monumento al profe Cabrera. Él tenía muchas ideas que aprendió de los campesinos. Les guardaba un gran respeto.

Participó en la reunión con el presidente Luis Echeverría Álvarez en la navidad de 1974 en Ocampo, Coahuila, en el mero corazón del semi-desierto. Lo platicaba con mucho entusiasmo. El presidente anunció un importante programa de apoyos para los ixtleros y los candelilleros. El profe Cabrera siempre traía proyectos en la mente para beneficio de los campesinos. Poseía un programa de trabajo para los pobladores de las comunidades marginales, las que habitan en esas áreas semi-desérticas.

Un día me compartió un escrito, que contenía su propuesta. Era un documento escrito en máquina de escribir, maltratado por el tiempo y el uso. Me lo prestó para que lo fotocopiara. El documento era del ingeniero Gustavo Aguirre Benavides, se titula Botánica económica de las zonas áridas y semiáridas mexicanas, específicamente las enclavadas en la llamada zona ixtlera, que comprende parte de los estados de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Zacatecas. Se trataba de la propuesta del profe Cabrera para las zonas áridas. Dicho texto es sobre las grandes utilidades que las plantas de estas tierras pueden reportar, tanto las endémicas como las exóticas. También se refiere a los posibles y nobles productos a extraer, de la gran utilidad hasta ahora desapercibida, tanto por desconocimiento de sus elementos aprovechables o de su técnica de explotación. El profe al final de su vida se dedicó a la apicultura. Él vivió de su trabajo, se nos adelantó en el camino, pero nos dejó una gran tarea: atender a los campesinos ixtleros y candelilleros. Y siempre afloraba de sus labios una frase agradable, a mi hija cuando la veía le decía: “Jimena eres bonita y eres buena”.
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