Sigue la conmoción

La conmoción que ha causado el asesinato de los estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa en la ciudad de Iguala se está extendiendo por todo el país. Las reacciones de esclarecimiento, de castigo a los culpables, de que termine la violencia que nos sacude día a día y de solidaridad con el movimiento guerrerense resuenan en muy diversos escenarios entre ellos la toma de las calles y de los edificios públicos.

En el estado de Guerrero el movimiento sigue a la alza, de la quema del Palacio de Gobierno, de secuestro de camiones, pasan a exigir la destitución del gobernador Aguirre y del alcalde de Iguala. La exhibición de los cadáveres encontrados en diferentes fosas son muestras del grado de violencia que se vive en ese estado, nos dicen que ninguno es de los estudiantes desaparecidos y entonces surge la pregunta ¿quiénes son los desenterrados?

A la ciudadanía no le asombra la violencia –ojalá que tampoco nos acostumbremos a ella–, cuya historia desde hace años es del día a día. Lo que no se alcanza a concebir es la saña, la estupidez y la sinrazón mostradas en el actuar de un cuerpo de policías disparando contra camiones de pasajeros llenos de estudiantes y luego, el secuestro, tortura y asesinato de varias decenas de estos jóvenes. Los acontecimientos de Ayotzinapa nos impiden retornar a la cotidianeidad. No es posible olvidarlos.

Los estudiantes no andan buscando quién se los hizo, de eso están seguros, para ellos no hay duda, lo que buscan es quien se los pague. El mejor ejemplo es lo sucedido en un mitin en el Zócalo al líder moral del perredismo: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Cuauhtémoc nunca imaginó lo que le sucedió, quién sabe si ya lo asimiló.

Las consecuencias de estos acontecimientos pegan en el mero corazón del sistema de partidos políticos, en el poder político de la República mexicana. Los partidos políticos fueron tomados por asalto en esta oleada de arribistas y buscadores de chambas, ávidos de dinero y poder, como es el caso exacerbado del alcalde de Iguala y de la primera dama del municipio. En los últimos tiempos muchos señalamos que no entendíamos las alianzas electorales solo para conquistar el gobierno a costa de perder la identidad partidaria, no entendimos por qué el PRD se aliaba con el PAN.

Y por otra parte la postulación de candidatos, sin compromiso partidario y sin proyecto de gobierno y de una visión de estado, solo para ganar elecciones ha venido desdibujando el sistema de partidos y la política en el país. A la vez que desdibuja en cierta medida las políticas públicas, y mina a los gobiernos en los tres niveles, aumentando el grado de desconfianza de la ciudadanía. En dichas circunstancias el primer partido que paga estas formas de hacer política es el PRD, pues nunca midió las consecuencias de postular a Ángel Aguirre y al alcalde prófugo de Iguala.

El analista chihuahuense Víctor Orozco lo expresa de la siguiente manera: “La política ha devenido así en una puja por imponer mezquinos intereses privados. No aparece en el grueso de quienes la practican en los partidos, la vocación y la genuina ambición del aspirante a estadista. Para ello, se requiere sustentar principios e ideales así como la disposición a establecer un compromiso vital con los mismos. Ni siquiera encontramos los usuales afanes de trascendencia. El dirigente partidario convertido en funcionario, se ha convertido en un vulgar negociante. Este contexto dibujado en grandes trazos, constituye el caldo de cultivo idóneo para la llamada narcopolítica, es decir, para la asociación entre estos ocupantes del poder y los cárteles del crimen”.

Frente a estas circunstancias diferentes voces se han levantado en el país manifestando su solidaridad con los estudiantes guerrerenses y exigiendo justicia. Los que se expresan son de todas las ideologías y de los diversos sectores de la sociedad, las autoridades no deben ceñirse a una política de cerrazón, las circunstancias invitan a actuar con visión de estadista. La gobernabilidad del país debe transitar hacia nuevos estadios que pongan en primer término el diálogo con las diferentes fuerzas que se están expresando, es la oportunidad de la participación ciudadana. Como dice Sartori: “Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios, y a la ciudadanía lo que es de la ciudadanía”.

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