¿Trabajadores y desordenados?

Hace unos días acudí a un módulo de atención del Instituto Nacional Electoral (INE) para renovar mi credencial de elector y poder votar en el proceso electoral federal del 2015. Para mi buena suerte, solo había cuatro personas esperando antes de mí. Digo espera, porque lo más elemental es que hubiera una fila que en cierta forma indicara el orden de atención que me correspondía. Los ciudadanos que acudimos a algún trámite nos sentábamos en donde quedara una silla desocupada, que no indicaba el orden de atención. Cuando alguna empleada del INE quedaba desocupada, preguntaba ¿quién sigue?, volteábamos a vernos todos –lo bueno es que éramos pocos–, y consensábamos entre nosotros a quien le tocaba. ¡Qué manera tan peculiar de ordenar la atención del servicio! Tan fácil es que nos den un número de acuerdo a nuestra llegada. ¡Primero en tiempo, primero en derecho! Sin embargo hay que decirlo, las empleadas siempre se mostraron, muy amables. Y todos nosotros muy respetuosos.

Por otra parte, ese mismo día me reuní con mi hija Gaby que hace unos días llegó de Shanghai, China. Ella trabaja allá. Su experiencia laboral principalmente se ha desarrollado en aquel país. Esto, por tanto, la condiciona a una forma de atención a las personas. A una actitud de atención al cliente. A una forma de ordenarse en el trabajo. Me contó su indignación porque con tiempo había solicitado una cita con su ginecóloga y cuando acudió puntual a la cita, después de que había pasado una hora y media no la atendían. Por su mente no se explicaba tanta irresponsabilidad de la doctora y que no le dieran una explicación del porqué de la tardanza. ¿Por qué tanta falta de respeto por el tiempo de los demás? ¿Por qué tanta desconsideración al costo del tiempo de espera? ¿Por qué afectar a otras personas con las que había hecho otros compromisos? ¿Por qué la irresponsabilidad de la doctora la iba a obligar a llegar tarde a su otra cita? Resolvió la situación disculpándose que no le era posible esperar, dado que tenía otros compromisos y los tenía que cumplir, no tenía porque trasladar el incumplimiento a los demás.

Me platicó que en China incluso los latinoamericanos con los que convive, se sorprenden mucho de cómo con la mano en la cintura, los mexicanos llegamos tarde a nuestros compromisos y sin ningún asomo de pena. Dice que nos parece muy natural, que por eso no exigimos un nivel de organización y de orden en las citas que conciliamos. Que este es un desorden que ya ni percibimos, lo vemos como natural.

Gaby lleva viviendo ocho años en China. Dos años de estudio, más seis de trabajo. Hace dos años un funcionario de gobierno le ofreció un trabajo aquí en México. Por su experiencia en China y porque habla mandarín. La oferta de sueldo no correspondía con su contrato en Shanghai. Por lo que de entrada no se vislumbró posibilidad de acuerdo. Pero luego ella preguntó que dado que el trabajo era fuera de su casa si le iban a pagar departamento amueblado para vivir y si le respetarían sus periodos de vacaciones y sus horarios de trabajo.

Esto último porque por lo que ella sabía, en el gobierno se estila la negociación de las vacaciones y todos los días hay bomberazos. Ella sostiene que eso no es porque seamos muy trabajadores, sino lo que sucede es que somos desordenados.

Estas situaciones me hicieron recordar lo siguiente: En 1990 tuve la oportunidad de estar en Hong Kong. Un compañero de viaje me invitó a acompañarlo a ordenar la confección de dos trajes. Ambos sabíamos que solo estaríamos en esa ciudad dos días y medio. Le dije, y para que los ordenas si no te los van a tener. Me dijo, aquí te hacen un traje en 24 horas. Así que por pura curiosidad, lo acompañé. Quería ser testigo del desengaño a mi amigo. Acudimos a la sastrería. Escogió dos telas para que le confeccionaran sus trajes. Un empleado chino le tomó medidas, y le dio un recibo para que en 24 horas acudiera a recoger sus trajes.

Al siguiente día me apunté, no creía que iban a cumplir. Llegamos a la hora indicada, 24 horas después. Para mi sorpresa, un empleado fue por los trajes, le dijo que se los midiera y le ajustaron a la perfección. Me quedé de a seis. Uno en México ordena unas bastillas de un pantalón, dan un plazo de varios días para pasar a recogerlo, llega uno y todavía no están. ¿Somos trabajadores o desordenados?

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