La ciática

Hace tres meses inicié con un pequeño dolor en la parte superior del glúteo izquierdo. Era solo una molestia. Esta se me presentó cuando iba del edificio de Rectoría de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) al Departamento de Biotecnología de la Facultad de Ciencias Químicas.

Aceleré el paso para no llegar tarde a mi clase de Filosofía de la Ciencia, que durante este semestre coordiné para los alumnos de la Maestría en Biotecnología. El esfuerzo aumentó el malestar y se mantuvo durante las dos horas de clase. Así comenzó a manifestarse un problema en la cuarta lumbar de la columna, ¿qué lo provocó?

Hay diferentes posibles causas. Que de joven haya cargado incorrectamente pesados bultos en la frutería en la que trabajaba mi tío Enrique, en Delicias, Chihuahua durante unas vacaciones que pase con él; o en mis entrenamientos de atletismo en el Tecnológico de la Laguna. El maestro José Luz Ornelas nos preparaba para correr ya sea 100, 200 o 400 metros planos.

O cuando en la secundaria practicábamos gimnasia en unas instalaciones que estaban en el Bosque Venustiano Carranza de Torreón, Coahuila, donde hoy está construido el Museo Regional de la Laguna. O tal vez porque levanté algo pesado que no recuerdo; o en alguna de las caídas en las caminatas al Cerro de las Noas en Torreón. Solíamos subir hasta la parte de atrás del cerro en donde están las antenas.

A la más alta tardábamos dos horas en llegar y el mismo tiempo en regresar.

Independientemente de qué me provocó la hernia en el disco, según reflejó el estudio de resonancia magnética ordenada por mi traumatólogo, era una realidad que el dolor con el paso de los días aumentaba.

Las opiniones de los diferentes amigos y familiares sobre este problema fueron muchas y de diferente calibre. Desde que era un dolor que me duraría de seis meses a un año, y que nunca más se me quitaría.

Las recomendaciones con quién ir, fueron de todo tipo de personas. Que visitara a tal o cual traumatólogo, a un especialista en operaciones de columna, a algún quiropráctico, al sobandero fulano que es muy bueno y que curó desde la abuelita, al hermano o a tal vecino.

O también que fuera con unos chinos invidentes que dan masajes en Torreón, o bien con el doctor mangano que pone unas agujas maravillosas. O con los que se dedican a la medicina alternativa.

Ante tantas recomendaciones y tan impresionantes conocedores de este mal, me mantuve con la atención de mi amigo traumatólogo que al principio me ordenó un tratamiento con base en medicamentos y luego me lo complementó con un programa de fisioterapia. Al comentarle mi situación a un buen amigo internista me sugirió la importancia de bajar de peso.

De manera que mientras seguía las recomendaciones de mi especialista, al mismo tiempo comí la mitad de lo que usualmente consumía y bajé siete kilos, lo que creo, ayudó también a evitar el bisturí.

Durante seis semanas acudí con puntualidad a las instalaciones de la Unidad deportiva de la UAdeC en Saltillo.

Me asignaron un programa con base en pequeñas descargas eléctricas y aplicación de calor, luego ultrasonido y rayos infrarrojos. Esto fue disminuyendo la inflamación en el disco de la columna. Después me sometieron a una rehabilitación con base en diferentes ejercicios, primero de estiramientos, y luego de fortalecimiento de los músculos dañados.

Hace quince días fui dado de alta y ahora sigo un programa de ejercicios y me someto a una descomprensión espinal que es una manera de tracción de la columna vertebral, es una terapia de inversión, consiste en colocarse cabeza bajo en una tabla de inversión.

Cuando llegué el primer día con el traumatólogo y con los fisioterapeutas, aún arrastraba la pierna izquierda. El dolor era muy intenso. Solo disminuía si estaba acostado, pero no desaparecía por completo.

Al caminar, a veces tenía tanto dolor que sentía me iba a caer. Subir y bajar escaleras era a veces muy aventurado. Aunque el dolor era muy intenso, lo soportaba, tal vez porque mi tía Rosa –de 78 años– me dijo que ella se había aguantado el dolor y que yo no podía ser poco hombre.

Sin embargo confieso que a veces me daban ganas de llorar. Mi experiencia en esta situación es que el programa de fisioterapia con especialistas me permitió atender satisfactoriamente este problema. Hoy vuelvo a caminar bien. Pero no abandono mi plan de ejercicios indicado por el fisioterapeuta.

Salvador Hernández Vélez

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