Peña y el debate

La tesis de que “mientras menor difusión tuviese el debate más se protege al candidato más fuerte, ante eventuales y previsibles tropezones que pudiese cometer” se cayó el domingo pasado. Los desaciertos estuvieron del lado de Josefina Vázquez Mota y de Andrés Manuel López Obrador, sin otro argumento para demostrar esto que los resultados de la encuesta de GEA/ISA del miércoles 9 de mayo, en ellos se muestra que Enrique Peña Nieto conserva un 46 por ciento de las preferencias, Josefina un 24 por ciento, AMLO un 25 por ciento y Gabriel Quadri 5.2 por ciento. EPN mantiene la delantera sin despeinarse, Josefina pasa al tercer lugar y Quadri logra un buen desempeño. Peña sigue manteniendo una ventaja de más de un 20 por ciento.

Los resultados del primer tú a tú televisivo de los candidatos no sólo debe evaluarse con base en su desempeño del debate. Hoy en día todo análisis de la comunicación para ser completo debe tener en cuenta Internet y las redes sociales. El debate también se dio en Facebook y en Twitter entre los seguidores de los contendientes por la Presidencia de la República. De hecho hubo dos debates. Ambos influyeron en el resultado de las preferencias. Las críticas a los participantes en las redes sociales olvidan que los movimientos sociales tienen el mérito de haber comprendido enseguida las posibilidades de Internet como instrumento de acción política y social.

En 1999 la protesta del movimiento antiglobalización en Seattle se organizó sobre todo a través de la red. Las nuevas redes sociales, demostraron a la par del debate televisivo que proporcionan formas aún más directas de participación de los ciudadanos y eso cuenta a la hora de la percepción. Twitter es un instrumento preciso para enviar mensajes claros y limitados, y esto cubre muy bien las necesidades de proselitismo y organización en una campaña política.

Peña Nieto no estaba obligado a confrontarse con sus adversarios a cielo abierto. Nadie lo podía obligar a caer en “provocaciones”. Queda claro que quien aspira a la Presidencia de la República tiene que demostrar capacidad, temple para debatir y responder, para presentar y defender sus propuestas, para encarar a sus críticos, y hacerse cargo de su proyecto y sus banderas y este es el Peña que sorprendió a sus adversarios. También hay que debatir porque esa es la razón de ser de los partidos: representar a las partes en que está dividida comunidad y expresar la pluralidad política de la sociedad. La capacidad para debatir de EPN dejó de ser un enigma para los electores y la opinión pública en general, se presentó sin tarjetas ni acordeones.

Pero los debates no son todo en una contienda electoral. Remitámonos a la experiencia mexicana que no deja lugar a dudas: en 1994 el priísta Ernesto Zedillo fue vapuleado por Diego Fernández de Cevallos, pero ganó la elección; en 2000 Vicente Fox se mostró obstinado e irracional en los escarceos previos al debate —“hoy, hoy, hoy”— y capitalizó la intransigencia; en el 2006 Andrés Manuel López Obrador llegó al debate con el expediente “Hildebrando” (Zavala) como arma secreta contra Felipe Calderón, y no cambió mayormente las cosas.

En este debate también quedaron claras las limitaciones que Josefina Vázquez Mota, había exhibido durante el proceso interno para elegir al candidato presidencial albiazul: vaguedades, imprecisiones, lentitud para responder golpes bajos e incapacidad para armar un buen equipo de campaña. También hay que recordar los tropiezos, no poco frecuentes y notables de las últimas semanas de la campaña, que la presentaron como una adversaria con flancos vulnerables ¡Nada bueno se podía esperar de ella en el debate! No cabe duda la contienda político-electoral es una batalla que pone en juego y somete a escrutinio público proyectos, visiones e identificaciones colectivas. El próximo uno de julio se condensaran todas estas situaciones. En el debate de regreso, el próximo 10 de junio, Peña Nieto tendrá que enfrentar a sus adversarios los cuales jugaran con todo.

Salvador Hernández Vélez

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