Las ciudades en crisis

En los siguientes 50 años ya no se tomaron las previsiones adecuadas, y el crecimiento de la ciudad continúa sin pies ni cabeza. Lo que conocemos como el centro de Torreón, quedó encajonado en un rincón de la ciudad, entre el río Nazas y el Cerro de las Noas. Y el centro geográfico de la ciudad, está hoy, al oriente de la urbe, con sus consecuencias propias.

El proceso de urbanización mundial en este siglo 21 alcanzará cifras desproporcionadas. Según las proyecciones de los organismos internacionales, en 15 años la población urbana alcanzará el 60 por ciento de la población mundial.

Por otra parte, el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA), estima que la población urbana crecerá un 75 por ciento en los próximos 40 años. Sin duda, este crecimiento plantea nuevos retos a la hora de suministrar empleos, viviendas, energía e infraestructura. Para mediados de este siglo, las ciudades de Torreón, Matamoros y Francisco I. Madero, ¿estarán ya integradas?

¿Y San Pedro de las Colonias colindará con Matamoros por el Puerto de Pericos en la Sierra de Vizcaya? ¿Y el Centro de este conglomerado urbano dónde resultará? ¿Estará sobre el nuevo libramiento que se está construyendo para unir la autopista Durango-Gómez Palacio con la autopista Torreón-Saltillo?

Y aunado al crecimiento de las ciudades está el de la seguridad jurídica de la tenencia de la tierra urbana. Los asentamientos humanos producto de invasiones de tierra, después de 10 ó 20 años siguen sin ser escriturados. En 1950 el 29.1 por ciento de los habitantes del mundo habitaba en contextos urbanos. En 1969 el 44 por ciento de la población mundial ya era urbana. Y en el año 2005 la mitad de la Humanidad vivía en las ciudades. No obstante, en muchos lugares del planeta, las metrópolis han venido sufriendo un desgaste gradual, producto del desgobierno de lo público, del achicamiento del poder del Estado, y del deterioro de las estructuras sociales a nivel urbano.

Esta disfuncionalidad se presenta acompañada de acciones sociales de grupos que subvierten el orden político establecido, grupos de presión que velan por sus intereses particulares, pandillas producto de la descomposición social y el crimen organizado vinculado al narcotráfico. El sustento de estos grupos se encuentra en el bajo nivel de respuesta gubernamental a las necesidades de la población, al igual que a la precaria institucionalización en la gestión gubernamental. A esto se le suma la inestabilidad democrática, la lucha electoral y la falta de proyectos consensuados de largo plazo.

Otro problema que enfrentan las grandes ciudades es el proceso de descentralización o desprendimiento. El Gobierno, en sus tres niveles, transfiere competencias políticas, administrativas y financieras hacia entidades privadas para que sean ejecutadas en su nombre. Ese es el caso de la concesión del servicio de basura y del agua potable a empresas particulares.

También las condiciones de pobreza y exclusión social de los conglomerados urbanos, se convierten en caldos de cultivo para desparramar recursos de poder en el sistema social, creando lealtades y redes clientelares que desarrollan raíces con los grupos fácticos, que le otorgan preferencias espaciales sobre las autoridades en las colonias de las ciudades. Las células del crimen organizado aprovechan estas circunstancias para construir base social de apoyo.

La guerra contra el crimen organizado de Felipe Calderón, desenmascarada en los múltiples asesinatos en serie, delitos comunes contra el ciudadano y la propiedad, cobijados en la situación de violencia e inseguridad que padecemos; provenientes de narcotraficantes que se disputan el control del territorio urbano, bandas emergentes, organizaciones criminales destinadas a despojar a los ciudadanos de sus pertenencias, y pandillas juveniles que azotan las barriadas desprovistas de las mínimas condiciones de asistencia estatal; reflejan una realidad alarmante y violenta que abona cada vez más a la crisis del entorno urbano.

Salvador Hernández Vélez

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