El fracaso escolar II

En relación con el artículo que escribí la semana pasada, “El fracaso escolar”, varios lectores me compartieron sus opiniones. A continuación comparto algunas, en las cuales se refleja la preocupación sobre el tema de las reformas educativas, y exponen sus apreciaciones sobre ello.

Javier Garza de la Garza lo desarrolla de la siguiente manera: “Muy buenas tus reflexiones, las comparto, pero no debemos olvidar la base de la pirámide: los maestros. Hace poco leí sobre el caso de Finlandia, donde para ingresar a la Normal, deben tener calificaciones arriba de 9 y para ejercer de maestro, deben cursar maestría, creo que estamos muy lejos”. Esta advertencia de Javier me recordó un comentario de un amigo que estudió una maestría en la Universidad Complutense de Madrid. Un estudiante de Alemania con quien compartía el departamento, le expresó su asombro cuando se enteró que en México se ingresaba de maestro como a los 22 años (antes a los 19 o 20 años ya eran profesores, es el caso de una de mis hermanas que, incluso, ya está jubilada). El estudiante alemán dijo que por los estudios que tenían que realizar para aspirar a ingresar de profesor en el sistema educativo de su país de nivel de Primaria lo hacían cerca de los 30 años.

Por su parte, la profesora Flor Rentería subrayó: “Donald Schon decía que educar es una tarea sumamente compleja y la equipara con el arte, por ello decía que educar era un arte… creo que los datos que revela la encuesta que usted menciona sobre que el 22.48 por ciento no sabía leer y el 71.59 por ciento era incapaz de comprender una palabra nueva a partir del contexto, lo podemos entender en función de los que hacen las reformas educativas. En mi opinión creo que estos ‘especialistas’ (que han proliferado y también han visto en esto un jugoso botín, por ello son un ‘buen negocio’ las reformas) tampoco han sido capaces de entender y comprender a la escuela a partir del contexto, y por lo tanto sucede lo que hemos visto: las reformas impactan favorablemente en un mínimo porcentaje (22 por ciento aproximadamente, en donde la mayoría de variables que intervienen en la escuela, están bajo control), mientras en las escuelas donde las variables son ‘líquidas’, y por lo tanto difíciles de encajonarse en las ‘reformas’, sucede el anunciado fracaso escolar detrás de cada reforma”.

Rubén Favela, un profesor del nivel medio superior apuntó: “…en México, en la sociedad, en la política y desgraciadamente en la educación, en donde se trazan los cimientos de nuestro futuro, se ha arraigado la cultura de la simulación. Ese es el verdadero problema de México, programas vienen, programas van, pero no existe un verdadero compromiso para ejecutarlos y darles seguimiento; todo queda en una pantalla de relumbrón, al inicio de cada programa, reglamento, etc. Se requiere un cambio verdadero de actitud y, aunque parezca una ilusión, es algo que se espera en cada cambio de administración, en la política y en la educación”.

Y loanterior se agrava aún más por los datos del INEGI que comenta Adolfo Orive de la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares de los años 2000 y 2010: “Los resultados sobre la profunda inequidad social que priva en México son impactantes: 66.4 millones de individuos pertenecen a la clase baja, que representa 59.1 por ciento de la población nacional; mientras que un millón 340 mil personas integran la clase alta, o sea 1.7 por ciento del total de la población; eso quiere decir que por cada persona de la clase alta hay 49 personas de la clase baja. 44 millones serían los clasemedieros, de los cuales 33 millones son urbanos y 11 millones habitantes del medio rural.

Mientras que la clase baja está constituida por 59.1 por ciento de los habitantes del País, la población que padece pobreza representa 42.6 por ciento; es decir, el INEGI afirma que la pobreza no es una clase social, sino una condición que se presenta con mayor probabilidad en la clase baja. El problema estructural para nuestro País consiste, entonces, no solamente en resolver el problema de la pobreza, sino también de la clase baja como un segmento poblacional que es estable, estadísticamente hablando, y que ha tenido que sobrevivir gracias a los mecanismos de protección del Estado y/o a la pertenencia a redes de solidaridad grupal”.

Salvador Hernández Vélez

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